Una orquesta que lucha por cambiar al mundo
Foto cortesía Lisa Thanner/ El Sistema Suecia
Lo que estos chicos, los integrantes de la Orquesta de Sueños El Sistema Suecia, están viviendo jamás lo habían experimentado. Sus oídos han estado más familiarizados con el sonido del horror de la guerra y del dolor de la violencia. Sus piernas tuvieron que acostumbrarse a realizar largos recorridos por montañas, por desiertos, por senderos; a encogerse, de ser necesario, dentro de un carro o una balsa para aprovechar todo el espacio posible. Sus manos han sido hábiles para apartar de su camino todo aquello que podía retenerlos dentro del terror del conflicto en sus países. Sus cuerpos… sus almas han soportado la guerra.
Todo esto ha cambiado. Ron Davis Álvarez les cambió la vida. Transformó sus mundos para que a sus oídos les sea cada vez más familiar el sonido de los aplausos. Él les ha enseñado que ahora sus piernas pueden llevar el ritmo de la música; que con sus manos pueden tocar las notas que los animan todos los días a ir a los ensayos; que con su cuerpo pueden brincar de alegría al terminar cada ensayo. Ron les enseñó a darse cuenta de que sin saber nada de música pueden ofrecer un concierto, incluso con tan solo dos clases de preparación.
Ellos están aprendiendo música como se hace en Venezuela. Como el maestro José Antonio Abreu le ha enseñado a más de 787 mil niños y jóvenes en los 24 estados del país. Han tenido, de hecho, un seminario al mejor estilo venezolano: dos días intensos de ensayos, talleres, seccionales. Contaron con el apoyo de estudiantes de música voluntarios: Kai Jack, contrabajo; Robert Mehlig, corno; Frida Swedén, clarinete; Andre Freire, cello; Hannah Tattersfield, violín; Ellie Kendall, flauta; y Fraser Keddie, viola.
¡Los chicos estaban asombrados! Nunca antes habían estudiando tanto. Decían, con orgullo, que tenían las yemas de los dedos rosados de tanto tocar. Nunca se cansaron, al contrario, no ocultaban su emoción. No se trataba solo de horas de estudio; eran, también, horas para compartir entre ellos, para hacerse más cercanos, para reír, para olvidar.
El día del primer concierto formal de la Orquesta de Sueños, el pasado lunes 24 de octubre, faltaba uno. No estaban completos. Wehad no llegó al concierto. El trabajador social que lleva su caso decidió trasladarlo, junto a sus dos hermanos, a otra ciudad. Tiene 11 años. Llegó a Gotemburgo, Suecia, escapando del horror y la guerra junto a sus hermanos de la ciudad de Al – Raqa, en Siria. Él se sentía tan feliz por formar parte de la orquesta que llegó a decir que soñaba con que sus padres lo vieran haciendo música.
Con esta ausencia comenzó el Concierto por la paz, que celebraba los 71 años de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La Orquesta de Sueños El Sistema Suecia comenzó con 13 integrantes, en junio de 2016. Era una agrupación de cuerdas: violín, viola, cello y contrabajo. Hoy son 27, la mayoría con solicitud de asilo como refugiados que ha llegado a Gotemburgo desde Siria, Afganistán, Eritrea, Irak y Albania. Otros, son niños nacidos en Suecia, los más pequeños tienen 8 y 10 años. Desde el pasado lunes, 24 de octubre, se sumaron instrumentos de viento: corno, trombón, flauta y clarinete.
Algunos están desde el inicio, otros se han ido incorporando con el pasar de las semanas. Shirin Räha, de 18 años, proveniente de Kabul, Afganistán, comenzó a tocar cello dos días antes del concierto. Luego de su primera clase, Ron le preguntó si le había gustado la orquesta. Ella gritó de la emoción: “Oh, sí. ¡Sí, me gustó mucho! Vuelvo mañana”, dijo. ¡Y volvió! Lo mismo le pasó a Zahra Mohsen, de Bagdad, Irak. Ella, de 17 años, comenzó con la flauta apenas una semana antes del concierto. Recibió dos clases. El lunes 24 de octubre estuvo en su primer concierto.
Es que ellos están aprendiendo con pasión, con disciplina, con respeto, con actitud positiva, como músicos profesionales. Están aprendiendo a soñar en que sí es posible cambiar su mundo. Ellos, como si fuese una oración común, repiten esto en cada ensayo. Y lo pusieron en práctica el día del concierto.
Estaban nerviosos. Sí, estos chicos que han vivido el horror, estaban nerviosos antes del concierto. No dejaban de ensayar, incluso cuando el público estaba entrando a Betlehemskyrkan, iglesia protestante que les ha ofrecido a la orquesta todas sus instalaciones para ensayar. Se miraban con cierta picardía antes de comenzar. Sabían, además, que faltaba uno. Miraban a Ron con admiración. Con sus ojos le decían: “¡Estamos listos!”.
Y lo estuvieron. Interpretaron seis obras: Now the day is over; Ode to joy, de Ludwig van Beethoven; Inuk’s coming of Age, de Justin La Vallee; The King of my heart, canción persa; Merengue del primer dedo, del compositor venezolano Carlos Medrano; y Vem kan segla förutan vind, pieza tradicional sueca. El público los aplaudió en cada una de las piezas. Ellos, como unos profesionales, se levantaban de las sillas a recibir esas caricias sonoras. Sonreían con tanta felicidad que era contagioso.
Al concierto vinieron sus amigos; sus tutores legales, que en Suecia se les llama good man; sus padres legales en Gotemburgo –todos han viajado solos desde sus países, por eso el Estado sueco los coloca en diferentes familias para incluirlos a la sociedad-; estuvieron sus profesores; y todos aquellos que se han enterado de cómo esta orquesta, dirigida por Ron Davis Alvarez, está cambiando el mundo.
Ellos saben que dentro de la Orquesta de Sueños no importa qué idioma hablas; no importa si eres católico, judío, musulmán, protestante o ateo. No importa si tienes 8 años o si tienes 18. Todos se respetan por igual. Todos se aceptan por igual. Todos son una familia, lo saben, y les gusta decirlo.
En perfecto español, Smret Debsay, que nació en la ciudad de Halay, en Eritrea, me dijo: “Nosotros somos una familia”. ¡Y sí, lo somos! Somos una gran familia que comenzó soñando con cambiar el mundo… y que ahora lo está cambiando.
Nota:
Esta crónica fue escrita para la revista digital Andante. También puede leerla en su portal www.revistaandante.com